sábado, 11 de mayo de 2019

Dédalo e Icaro,

Dédalo, en la mitología simboliza el genio técnico y artístico del pueblo griego. A él se  le atribuye la "invención" de la escultura, de la vela y de numerosos instrumentos.
Celoso del talento de un sobrino suyo, lo mató, y el tribunal de Atenas le desterró a Creta con su hijo Icaro.
Estando al servicio del rey Minos construyó, por orden suya, un intrincado palacio con muchas estancias y una complicada red de pasillos donde se encontraba el monstruo Minotauro. Como Icaro había grabado en las paredes el símbolo de "Zeus", los cretenses dieron a aquel palacio el nombre de Laberinto, que en su lengua significa "hacha de dos filos".
Cuando Teseo consiguió penetrar en el Laberinto y matar el Minotauro, Minos sospechó que Dédalo le había ayudado, entonces encerró a éste y a su hijo Icaro en el palacio.
Como de allí no se podía salir ni por tierra ni por mar. Dédalo ideó un plan. Se procuró un gran número de plumas de ágila y uniéndolas con barro construyó dos pares de alas que pegó con cera a su espalda y a la de Icaro. De tal manera. los dos pudieron remontar el vuelo para regresar a Grecia. antes de partir, antes de despegar, Dédalo recomendó a su hijo que se mantuviera a una altura prudente, porque si descendía demasiado el vapor del agua del mar ablandaría el barro, y si se elevaba demasiado el calor del Sol fundiría la cera.
Icaro, entusiasmado con el vuelo, empezó a elevarse cada vez más creyendo, posiblemente, que podría llegar al Sol y entonces sucedió que el calor fundió la cera, se despegaron las alas, e Icaro, pobre muchacho, cayó al mar y se ahogó. Las plumas de ágila se esparramaron en torno a su cuerpo sin vida, se convirtieron en islas, una de las cuales se llama Icaria en su memoria.

Cuantas historias como estas podemos contar hoy en día, el entusiasmo acaba por descuidar la esencia, la confianza, la amistad y el desdichado acaba ahogado en su propio ego.